Hace poco tiempo, estaba hablando con una amiga y le comentaba una inquietud personal que desperté dentro mío en diferentes viajes por la Argentina y que me dí cuenta había comenzado a gestarse en la Capital Federal.
En un principio creí que esta situación era meramente local y sucedía en Buenos Aires, Capital, por la velocidad a la que vivimos. Velocidad que muchas veces puede ser la causante de olvidos involuntarios o decisiones, al menos, desacertadas.
Grande fue mi sorpresa, cuando un día caminando por una de las clásicas calles angostas que abundan en nuestro maravilloso país, veo venir de frente a mi a una señora joven, de unos 30 años aproximadamente, embarazada, con un carrito de bebe con un bebe adentro y del brazo de su marido. Esta escena común y corriente de la vida cotidiana paso a ser la germinación de mi inquietud. Te preguntarás ¿por qué?
Bueno resulta que esta pareja venia de frente a mi, como te dije, por una vereda angosta pero que además tenia estacionas sobre la vereda a 45º las clásicas motitos de reparto de comida rápida. Como podrás visualizar en tu cabeza o al menos intuir, no había lugar para que todos pasáramos a la vez por ese pequeño pasillo de aproximadamente un metro de ancho, que se formaba entre las motos y la pared. Pero esto no es todo, la situación estaba dada para que ambos llegáramos en sioncronicidad (y no de la que se habla en física cuántica, o si, vaya uno a saber) a ese espacio que formaba una especie de embudo minúsculo en la vereda.
En mi cerebro se cruzaron varias opciones a seguir:
1) Apurar el paso para llegar antes a la puerta del embudo y que la pareja embarazada, con carrito, bebe y del brazo tuvieran que esperar.
2) Pasar sacando pecho y que sea lo que Dios quiera.
Y en tercer lugar, como me enseñaron en mi familia y en la escuela, ser caballero y hacerme a un costado cediendo el paso.
Mi decisión fue tomada por mi cerebro en centésimas de segundo, deje pasar a la pareja embarazada, con carrito, bebe y del brazo, colocando mi cuerpo en forma paralela a la pared casi apoyando mi espalda en ella y viendo de frente a las motitos estacionadas a 45 grados.
Lo hice naturalmente, por instinto y recuerdo que hasta se dibujo una sonrisa amable en mi cara mientras los miraba pasar por el espacio que mi cuerpo podría estar ocupando. Grande fue mi sorpresa al darme cuenta que ellos ni registraron mi presencia, y muchos menos mi sonrisa. Es más, te diría que si lo hicieron no dejaron ver en sus rostros ni un minúsculo gesto de nada, cual experimentados jugadores de pocker. Pasaron así como si nunca nadie hubiera estado frente a ellos. No dijeron, ni hola, ni gracias, ni permiso, ni disculpe ni nada de nada, de hecho no me miraron y ni se les ocurra pensar que al menos, se les dibujo una sonrisa o la mueca de una sonrisa en sus caras. Algo que al menos me diera la pauta de que notaron mi buena voluntad y educación para ceder el paso.
Como les dije antes, yo creí que solo en capital federal estábamos olvidándonos de reglas básicas de educación y relaciones sociales o humanas como:
- Decir gracias.
- Pedir disculpas.
- Pedir permiso.
- Decir buen día.
- Decir hasta luego.
- Decir de nada cuando alguien nos dice gracias.
- Dejar sentar a una persona mayor o embarazada.
- Ceder el paso a mujeres embarazadas, gente mayor, personas con disminución de movilidad
Y todas esas cosas que cuando era chico, era más que obvio que había que hacerlas o la ligábamos. (como decía mi abuela Juana) Es más este tema, suele ser el centro de charlas y cambio de opiniones con amigos, compañeros de trabajo, participantes de seminarios, taxistas y quien se me cruce, en un intento de chequear si solo yo me doy cuenta o es algo que nos sorprende a varios.
Pero volviendo al principio, les contaba que esta anécdota, germino en mi una inquietud y la misma esta relacionada al seminario, Quien Soy Hace la Diferencia.
Este seminario que dicto desde el año 95 en diferentes ámbitos, como empresas, organizaciones, fundaciones, particulares, dependencias del estado y hasta para familias enteras, esta diseñado para reconocer el valor de tomarnos esos 2 o 3 minutos necesarios para reconocer a alguien en nuestro entorno que haya hecho o este haciendo una diferencia a favor en nuestra vida y a la vez, darnos cuenta de que NOSOTROS PODEMOS HACER ESA DIFERENCIA EN NUESTRO ENTORNO.
Entonces me pregunté: ¿Qué pasaría si logrará que una empresa o dependencia del estado solventara los costos del seminario y llegáramos masivamente a la mayor cantidad de personas en una ciudad o comunidad? Yo creo, siendo absolutamente utópico y si querés hasta algo soberbio que podríamos cambiar la conciencia de una ciudad, pueblo, localidad o comunidad.
Quiero decir: Si lográramos que YO, TODOS y CADA UNO experimentáramos el poder de hacer una diferencia a favor en el mundo (Mi mundo, Tu mundo y el mundo de TODOS) y la transformación que esto puede generar, seguramente lo haríamos sin dudar. Y te juro que esta transformación la he visto en familias, empresas, organizaciones de todo tipo, equipos deportivos, familias y personas que no se conocen entre si y demás.
Te dejo un desafío si querés asumirlo:
¿Qué tal si sólo hiciéramos la diferencia, probando decir: gracias, permiso, de nada, disculpe, hasta luego y buen día? O con pequeños actos como mantener la puerta sostenida para que salga el que viene detrás y si soy yo el que viene detrás decir gracias a quien me sostuvo la puerta. O simplemente sonreír cuando cedo el paso a alguien.
Observá en tu entorno, tu ciudad, tu localidad o comunidad. Vas a ver que por lo general cuando sonreís, te devuelven la sonrisa o cuando pronuncias cualquiera de las palabras (gracias, de nada, permiso, disculpe, hasta luego y buen día) mucha gente parece hasta sorprendida y otros con una gran sonrisa te responden, lo que corresponda, a cada una de ellas.
Pero definitivamente no me creas, observalo y sobre todo probalo. Hace el experimento, por un rato en tu día deci:
- Buen día al entrar a un lugar con una sonrisa.
- Hasta luego al irte con la misma sonrisa.
- Permiso con buena onda
- Gracias cuando te sedan el lugar o te den algo o simplemente corresponda.
- Perdón o disculpá si te chocas con alguien o te equivocas en algo.
Probalo y después contame lo sucedido, por favor.
Como siempre haciendo lo mejor posible para serte de utilidad.
Luis Ch. Sabbi
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